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miércoles, 26 de enero de 2011

SENSATEZ


Es la última oportunidad. La última.
Pero la vida se empeña en otra cosa,
en que entre a las tiendas a comprarme ropa nueva,
en que mire a los ojos
a quien sé que deseo y no conviene.

Diferente y envejecida me acomete
la costumbre de abrir los armarios, recolocar en sus cajones
fotografías, tanta fe y un libro de instrucciones.

La última oportunidad es una ficción despiadada
que gangrena la sangre y las palabras.

miércoles, 12 de enero de 2011

PARÉNTESIS

“Inclinado sobre aquel cuerpo desnudo,
sin osar adorar con mi boca su esencia
cerré mis ojos deslumbrado por un ocaso de sangre,
de luz, de amor, de soledad, de fuego”.

Vicente Aleixandre:
Sombra del paraíso

“Y no voy a negarlo desde hoy:
agradezco el azar de esta ocasión
en la que tú me salvas del olvido”.

Luis García Montero:
Vista cansada


Necesito unos días de recogimiento. Me retiro a pensar. Vuelvo en poco tiempo. Perdonad si me ausento, si no respondo, si no escribo. A veces hace falta el silencio y la soledad. Nada grave, pero debo ocuparme de ello.

Hoy he recordado una música hermosa que compartí con alguien. Os la regalo:

http://www.youtube.com/watch?v=Ee-5nnFWfKU

viernes, 7 de enero de 2011

AZAR


Llevo unos días leyendo el maravilloso libro de Stefan Zweig Momentos estelares de la humanidad. Además del interés de las historias y de lo bien que escribe este individuo, me llama la atención que la mayor parte de ellas acentúan la importancia del azar. Scott no pasó a la Historia como el primer hombre en pisar el Polo Sur porque el noruego Amundsen se adelantó unos días. Las tropas de Mehmet II tomaron Constantinopla porque alguien olvidó cerrar la Kerkaporta, una entrada menor a la ciudad que no tenía uso militar. Napoleón perdió en Waterloo porque su subordinado Grouchy tomó sus instrucciones al pie de la letra y se empeñó en la persecución de un ejército prusiano inexistente en lugar de reforzar al emperador…

Hace pocos años, Woody Allen nos regaló su última obra maestra: Match Point, que no es otra cosa que una reflexión narrativa sobre el azar. (Lo que ha hecho desde entonces es obra menor, filmografía alimenticia o simple burla al respetable).
En cada instante hay un delicioso y también temible elemento que se debe al azar y a la libertad (dejemos la necesidad para los deterministas). Ambos no son incompatibles. Como decía Savater en su Ética para Amador, no elegimos lo que nos pasa, sino qué hacemos ante lo que nos pasa. Eso que nos va sucediendo tiene mucho de azaroso: no elegimos encontrarnos con alguien, una enfermedad que nos contamina o el tiempo atmosférico. Todo esto es azar. Pero sí elegimos qué decimos a esa persona, de qué hablamos. Sí elegimos la reacción y disposición ante la enfermedad. Y también nuestro estado de ánimo ante un día lluvioso como el de hoy o de calor aplastante. No diré, como Sartre, que no estoy triste sino que elijo estar triste; un pelín exagerao el existencialista, pero sí creo que ante ese azar real e inexplicable somos creadores. Ante una mirada que se posa unos segundos en nosotros podemos reaccionar: mantenerla, decir la palabra exacta, arruinar el momento con torpeza o ausencia… No actuar es también actuar.
Se suele decir que la vida da una segunda oportunidad. Pues no, da muchas, todos los días y a todas horas. No es que vuelva a pasar el tren, es que hay un cercanías que tiene a bien deslizarse por las vías con errática frecuencia e ignoto desino. Otra cosa en que queramos subir, que decidamos arriesgar. También podemos fingir que no pasa, o no pisar nunca la estación y quejarnos de nuestra mala suerte. La ceguera consentida es un modo frecuente de vivir, pero no el mejor.