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jueves, 28 de marzo de 2013

PELIS DE ROMANOS

Un género: el péplum. Un montón de títulos semanasanteros. Toda nuestra infancia los veíamos uno y otro año, trufados de otro cine estacional, de índole nacionalcatólica: Marcelino pan y vino, Diálogos de Carmelitas

Tras ese empacho de Semana Santa obligatoria llegó un periodo de descreimiento. Y ahora vuelvo a ver muchas de aquellas películas. Y me asombro de que me gusten tanto, aún más que entonces. Sin duda, Ben-Hur es de las mejores, una de las grandes epopeyas del cine, con Charlton Heston en estado de gracia (nunca mejor dicho). ¿Y el Nerón de Quo vadis?: un amoral, un arquetipo (por cierto, a mí Bárcenas me lo recuerda). ¿Y qué decir de Victor Mature, tan hierático que parecía una estatua, pero tan eficaz siempre? ¿Y la monumental Los Diez Mandamientos, tan pía, tan grandiosa que casi dan ganas de empezar a creer en Dios? Añadamos Barrabás, La túnica sagrada… y Espartaco, casi marxista, chuéquica; tengo ganas de verla otra vez. La última incorporación al género es Gladiator, de la que me gusta todo: el tono, la primera escena, los planos (casi cursis) en los que acaricia el trigo extremeño, la excelente banda sonora, el retorcido Cómodo (qué actorazo Joaquim Phoenix, disfrutadlo en los cines en The Master). Algunos incluyen La Pasión de Cristo, de  Mel Gibson; pero a mí me parece cine gore, no aporta nada aparte de chorros de sangre y sufrimiento.

Todas ellas son de tarde completa, sofá y torrijas. No hay mejor modo de pasar un jueves santo, un viernes santo, un sábado santo… Bueno, sí, se me ocurre alguna manera mejor, pero no se puede hablar de ello en días de recogimiento y oración…

Os mando unos enlaces: para devotos y para heterodoxos:


viernes, 22 de marzo de 2013

EN LA CASA


François Ozon es el director de esta película. Apenas conozco su obra, sólo dos películas: 8 mujeres (2002), que me aburrió pese a la notable interpretación de todas ellas, y La piscina (2003). Ésta última, inquietante, extraña, diferente, me atrapó. Es tan desasosegadora como En la casa (Dans la maison, 2012). Para mi sorpresa está basada libremente (no tanto, diría yo) en una obra dramática de Juan Mayorga, titulada El chico de la última fila. Comencemos por ahí: Mayorga viene del mundo de la enseñanza, sabe de qué habla. Ha estudiado filosofía y matemáticas. Sus obras tienen precisión, hondura y una agilidad que no parece propia ni de filósofos ni de matemáticos. Sus piezas teatrales son sesudas y a la vez ligeras: se pasa un par de horas contándonos cosas profundas con un ritmo que impide mirar el reloj. Las recomiendo todas, pero especialmente La tortuga de Darwin y La paz perpetua.

En la casa se ha transformado la idea de Mayorga en una película muy francesa, pero se reconoce al autor español perfectamente, no hay tergiversaciones del original. No cansaré a los que esto leen: un profesor descubre que un alumno está por encima de la mediocridad del resto y comienza a jalearlo para que escriba lo que ocurre en casa de un amigo al que da clases particulares de matemáticas.

Explicar el argumento de la película no es lo mejor para incitar a verla, pero está tan bien contada que nos la tragamos, nos interesa lo que narra el alumno y no nos importa si es verdad, ficción o ninguna de ambas. La vida del profe va cambiando a medida que transcurre la historia, la ficción se hace vida.

Decir que es una reflexión sobre la creación literaria y sus difusos límites con la vida es decir muy poco. Conviene verla, especialmente a los que gustan de la escritura.

También la recomiendo por sus actores. El principal, el chico, Ernst Umhauer, da incluso miedo, pero también tiene un aire tierno, seductor y desvalido que promete algún tipo de salto cualitativo que no se produce. O sí. El profesor, Fabrice Luchini, muy en su papel, parece recién  sacado del aula, estupendo, excelente al final. Y las actrices Kristin Scott Thomas y Emmanuelle Seigner, maravillosas; el director renuncia a dulcificar a no tan lejanas bellecísimas, y lo consigue, nos las creemos, nos encantan. Actúan magníficamente.

No puedo dejar de llamar la atención sobre la última escena: mucho más que un guiño a La ventana indiscreta: una infinidad de historias posibles sobre las cuales… cae el telón.

domingo, 17 de marzo de 2013

CANCIONES DEL NO-VERANO 18: ZOMBIE


Hoy que es San Patricio, ese día verde que conmemora nosequé de ese pueblo simpático, tenía dos opciones: la cerveza y la música. La primera la he homenajeado paredes adentro. La segunda daba mucho de sí, de modo que he escogido una de las canciones que más me gustan, interpretada por esa voz que se niega a sí misma, que crece, que susurra, que unas veces es ópera y otras punk. Responde al nombre de Dolores O’Riordan, vocalista de The Cranberries.

Lo poco que entiendo de la letra no me gusta. Pero creo que no he escuchado una voz semejante, unos quiebros tan radicales. Imposible hilo musical. 




lunes, 11 de marzo de 2013

ONCE DE MARZO






Tu palabra más limpia, más alegre,
porque es el tiempo alegre de las palabras limpias.
Los buitres han perdido su carroña de miedo.
Parece que no tienen donde ir
y vuelan a esconderse,
a esconderse,
muy lejos de nosotros,
en la tumba más fría del pasado.

Luis García Montero: “Democracia”, en Vista cansada.


¿Por qué la insidia contra la hermosura,
La pertinacia en corroer la luz?
Se os fue llevando un viento de uñas rotas,
un rencor en la faz de la belleza,
lo tenebroso que pasó reptando,
la muerte que también aquí es la muerte.

Enrique Badosa: “Cariátides”, en Mapa de Grecia

lunes, 4 de marzo de 2013

MIS ESCENAS FAVORITAS: 'EL ACORAZADO POTEMKIN'


Estoy preparando unas clases de Marx, que comienzo en breve. A estas alturas de curso están más que hartos de mí, de la gnoseología y de la ontología. De modo que me ha parecido interesante comenzar el nuevo autor con un par de fragmentos de la magnífica película de Serguéi M. Einsenstein, rodada en 1925, y que recrea el motín que tuvo lugar en ese buque en 1905.

Ha pasado mucho tiempo, pero hay escenas que no pierden vigencia. Entre las más emotivas está la que adjunto, tantas veces imitada (por ejemplo, en Los intocables de Eliot Ness). Dura pocos minutos; sin embargo, en el elástico tiempo fílmico, nos parece que el sufrimiento del pueblo se alarga mucho más de lo que indican los relojes. La escalera no se termina nunca; las clases sociales puede que tampoco.

Incluyo la película entera; la escena de las escaleras de Odessa está a partir del minuto 48.