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jueves, 26 de junio de 2014

JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD

En 1982 hubo un mundial de fútbol en España. Si no estoy mal informado, un día después de la inauguración terminó la Guerra de las Malvinas, absurdo conflicto criminal entre dos países cultísimos no siempre gobernados por personas razonablemente sabias.

Tres años después, Jorge Luis Borges escribió un hermoso poema que se puede encontrar en su libro Los conjurados. Murió unos meses más tarde.


domingo, 15 de junio de 2014

CHAPERONINAS

Que no salga de aquí. Entre mis vicios secretos están los programas de cocina. No me pierdo un Master Chef; también seguí irregularmente Top Chef, así como Pesadilla en la cocina (versión Chicote y versión Ramsey), y me sorprendo (esto algo menos)  viendo fragmentos de Mi madre cocina mejor que la tuya. Me gustaba aquello de Con las manos en la masa, y aún recuerdo las caras que ponía el recientemente fallecido Darío Barrio cuando un concursante plebeyo le ganaba en Todos contra el chef.

Yo he resistido a Gran Hermano, a Sálvame, a Amar en tiempos revueltos, a Farmacia de Guardia, a Los Soprano… Toíto me lo he saltado. Pero la cocina tiene un yo que sé que qué se yo. Es que mi tele hasta huele a orégano, a bacalao al pil-pil, a fideuà… Me llama, me pone.

En esos programas, sin embargo, echo de menos más tiempo dedicado a la cosa culinaria y menos al pugilato verbal entre los concursantes. Comprendo que es una competición, pero esos malos modos, groserías, gracietas, desprecios y demás lado oscuro me ponen de los nervios. Ni me interesan ni aportan (creo) gran cosa. Pero me dicen que es justamente lo que sostiene esos programas. No lo creo y qué pena si fuera así.

Lo de los jurados merece más espacio. Creo que se pasan varios pueblos, siete autonomías y dos o tres territorios históricos con derecho a decidir. Entiendo que hay que disciplinar a gente que no tiene costumbre ni experiencia; entiendo que hay que hacer callar a algunos, reconducir a otros y afear prácticas en alguna ocasión. Pero no pocas veces traspasan ese límite y se adentran en el terreno de la burla cáustica. Algo imperdonable y cruel: no sé cómo alguno de ellos no les lanza la sopa a la cara o el bogavante a las partes pudendas. Porque se pasan y mucho.

Me dolió especialmente lo que hicieron con Jorge, un muchacho voluntarioso que cocinó un plato que emulaba a las chaperoninas, una especie de células protectoras, según explicó. Lo que tuvo que aguantar del maleducado Pepe, muy fiel a esa costumbre de reírse de lo que ignora. Algo siempre detestable, pero especialmente en quien debe tener los ojos y la inteligencia con las puertas abiertas de par en par. Al fin y al cabo, ¿qué es cocinar? Biología, física y química. Y un poco de arte, desde luego. Y también, como han dicho una y otra vez, mucha humildad.

A mí, Jorge, me interesó más lo de tus chaperoninas y la explicación amable que te escuché que las chanzas ad hoc de Pepe. Innecesarias, despreciables.





(La foto está tomada de http://cocinarconciencia.blogspot.com.es/2014/05/chaperoninas-de-calabacin-y-esparragos.html, blog cuyo autor hace una recreación del plato).

lunes, 9 de junio de 2014

DESERCIÓN

"La persona que desea abandonar el lugar en donde vive, no es feliz"

Milan Kundera: La insoportable levedad del ser


"Traicionar significa abandonar filas e ir hacia lo desconocido"

Milan Kundera: El arte de la novela




martes, 3 de junio de 2014

DIA DE PRIMAVERA EN MADRID

Para D., O., G. y B., con los que compartí día y amistad.

Sucedió el 31 de mayo. Sábado.

No eran las 12 del mediodía cuando ya estábamos con el coche bien aparcado, muy cerca de la Puerta de Alcalá. Breve paseo y el Retiro nos recibió con su anual Feria del Libro. Día precioso y sin calor asfixiante. Casetas para detenerse con calma. Autores con los que hablé en alguna ocasión, que agradecen esas palabras de los lectores (bajo las elementales normas de educación). Joaquín M. Barrero estrechó mi mano por dos veces (librería La Felipa). Marcos Chicot también me concedió unos minutos para comentar El asesinato de Pitágoras. A otros me hubiera gustado atreverme a hablar con ellos, excluidos esos famosetes que tal vez no hayan puesto en el libro más que su nombre. Una caseta milagrosa: “Atticus-Finch”, con cuya dueña perdimos muchos, muchísimos minutos. Y hablamos de libros, claro, de Atticus, de este nick, de su librería, de algunas historias que no caben aquí. Se sumó una joven pareja a la conversación sobre Irène Némirovsky, qué delicia de minutos.

Eran casi las tres cuando nos fuimos. Nos habían recomendado Kasanova, un excelente italiano, muy cerca. La comida no decepciona, aunque la decoración resulte previsible y tópica, incluso poco elegante, casi kitsch. Dos entrantes para compartir entre cinco comensales: Melanzane alla parmigianana, muy flojas, y Burrata di Puglia, una maravilla que nada tiene que ver con la mozzarella que se vende en el híper. La pasta es para alucinar. Cuesta unos 15 €, pero el contenido lo vale, nada de lo comido lo habíamos probado antes. Yo comí Fagottini formaggio e tartufo nero. Uno de los platos se sirve con una copa de whisky, maravillosa idea. Los postres no están a la altura: sólo hacen ellos el tiramisú y no es gran cosa. Café, poleos… 31 € por persona, moderado coste a mi juicio.

Por la tarde paseo por la Castellana hasta la Biblioteca Nacional, en la que hay un museo con una exposición de fotografías del XIX, que no me dijo gran cosa. Otra cuestión es lo que se expone de forma permanente. Debo volver con calma. Próximamente “Fernando Pessoa en España”. Otra razón para regresar.

De allí, en metro, al Teatro Guindalera. 90 minutos con una sola actriz sobre el escenario: María Pastor. Ya la había visto en otra obra, allí también. Reconozco que en la obra “me fui” en un par de ocasiones. No es para todos los públicos, no es fácil. No busca otra cosa que la excelencia. Y lo consigue. María Pastor sobrecoge, emociona, sabe moverse, quebrar la voz, envejecer, susurrar, recitar, narrar una vida siendo una y múltiple… Es la poetisa estadounidense Emily Dickinson y la obra se llama La bella de Amherst. Por 12-15 € se asiste a algo único. Al terminar, el teatro obsequia al respetable con un licor de guindas. Pudimos hablar con la actriz, felicitarla. Nos contó que tienen problemas económicos, que es su peaje por la independencia, que lo digamos, que traigamos a los amigos. Y eso hago: que nadie se pierda esta sala, esta obra, esta actriz mayúscula.

Intentamos cenar en un restaurante francés del que nos había hablado una compañera de trabajo, pero tenían una cata de vino para amigos y estaba cerrado para el público. Pese a ello, uno de los dueños salió a la calle para explicarnos y disculparse; me ofrecí a hacer coupage en un par de horas, sin éxito. Lo intentaremos más adelante.

Terminamos en mi casa una hora después. El horno se ocupó de calentar una pizza (casera) y vacié de restos la nevera. Bebimos vino tinto (“Habla del silencio”, extremeño, evocador nombre). Unos chupitos de Glenfiddich concluyeron la jornada a las dos de la madrugada. Discretamente ebrios (de alegría, de belleza, de single malt), nos fuimos a dormir.