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viernes, 30 de enero de 2015

BOLUDECES XX: YA TÚ SABEH

En un descampado en el que sólo hay barro, algún camión de gente que vive en el pueblo y lo aparca allí, un par de coches mugrientos y una fila de adosados, alguien ha escrito estas evocadoras palabras.

¿Es Sócrates que, como Elvis, no ha muerto?

¿Es una choni que únicamente asistió a la clase de filosofía una vez y copió esa frase sin hacerlo bien? ¿Es un poeta de arrabales? ¿Se trata de un pijo del barrio de Salamanca venido a menos que ha equivocado el lugar de la hache?

Quién sabe. Lo más curioso es la pertinencia de las tildes frente a la guinda inconsistente de la letra final: pimienta al pastel, tal vez un hallazgo.

viernes, 23 de enero de 2015

VEINTE AÑOS

Hoy se cumplen veinte años del asesinato de Gregorio Ordóñez.

A la hora de comer, en el Restaurante La Cepa, en el casco viejo de San Sebastián, un comando de ETA lo mató.

Estoy recordando ese día. Estoy recordando que por la noche había un programa de entrevistas conducido por Mercedes Milá. Algunos invitados dijeron las frases habituales. Pero Javier Gurruchaga, que fue allí a cantar y no cantó, se despachó a gusto contra ETA; dijo lo que le pedía el corazón y no la prudencia cobarde y ovejuna. Se la jugó.

Hace un par de años pasé por allí. Sólo vi gente dispuesta a divertirse, comer, beber, charlar, gente corriente, como siempre fueron seguramente. Eché de menos algún recuerdo, alguna placa. El restaurante estaba lleno y preferí entrar en otro lugar. Había comprado un libro en la librería Lagun (otro lugar de riesgo durante mucho tiempo): una especie de guión cinematográfico sobre Nietzsche, escrito por Michel Onfray. Me pareció lo justo y creo que fue un libro acertado.

Con Gregorio Ordóñez se puede disentir, los políticos del PP nos pueden ofender (a mí me ofenden con su chulería, sus mentiras, su prepotencia de señorito de cortijo, su soberbia, su clientelismo…; seguro que hay hombres y mujeres a los que ofendo, en directo y a través de este blog). Sin embargo, las personas no deben matar a otras personas.

Escuché decir entonces a compañeros de trabajo, la progresía de la época, que el PP lo estaba buscando, que sacaba rédito electoral de sus muertos. ¿Vale el mismo argumento para los siete millones de ejemplares de Charlie Hebdo? Qué asco.

Y ahora que han pasado veinte años vemos con toda nitidez que nada de aquello tuvo sentido. Salvo la ausencia de todos los asesinados en nombre de qué.



sábado, 17 de enero de 2015

PASEAR

Hace poco leí un artículo en el suplemento “Babelia” de El País, cuyo enlace adjunto más abajo.

No diré que me asombra la relación que allí se plantea entre paseantes y filósofos. Es muy conocido que Rousseau escribió sus Ensoñaciones del paseante solitario a partir precisamente de eso. También es un lugar común en la historia de la filosofía que Aristóteles y su escuela filosofaban mientras caminaban. Y que Nietzsche era un incansable andarín, aunque en él tuviese algo que ver su lamentable salud.

De modo que uno empieza a atar cabos y descubre que lo que le ocurre no es tan raro. Vivo en una ciudad con un clima bastante áspero en invierno, por lo que suelo ceñir mis paseos al casco urbano en esos meses. Forrado en varias capas de ropa, incluso con gorro para mi despoblada cabeza, suelo dar paseos diarios no muy largos, aunque a veces sí. Me llama la atención lo fácil que me resulta desconectar la atención de mi entorno. El pensamiento vaga, sin rumbo a menudo, si las obsesiones diarias no lo dirigen y encorsetan. Es agradable, las ideas fluyen, circulan bien engrasadas aunque indefinidas. A menudo me encuentro con alguien conocido, por lo que, si deseo soledad y recogimiento, me pongo los cascos (música clásica habitualmente, ópera, coros) y en algún caso extremo me quito las gafas. Se produce así la ilusión de creerte invisible puesto que si tú no ves ni oyes, será que los demás tampoco te oyen ni te ven. Productivo error, pero esa soledad sobrevenida, ese autismo al mundo, es muy fértil para pensar. Repito que no se trata de un pensar argumentativo, lógico y racional, sino de un pensamiento vago, dulce, casi de duermevela; es un relax, ocio de neuronas al ralentí. Agradabilísimo. Terapéutico.

En verano sueno caminar despacio, cuando la tarde termina pero la luz aún es intensa. Entonces leo. Leo mientras camino despaciosamente. Primero me aseguro de que no hay nadie en los próximos metros y luego comienzo con el paseo y la lectura conjuntas. En una ocasión, una señora me dijo al pasar al lado del banco en el que estaba sentada: “No se puede leer y andar a la vez”. “Yo sí”, respondí, y seguí a lo mío.

Otra variante es el paseo campestre. Apenas a 15 minutos de coche -muy poco más en bicicleta-, estoy en el campo. Me gusta. Mis paseos entonces tienen la variedad meditativa y de contemplación, el aislamiento absoluto, lo más cerca que estoy de la experiencia zen (perdón por la broma). En primavera me gusta ver como los trigales son mecidos por el viento. La parsimonia de las piernas es entonces absoluta, la lentitud la regla.

Curiosamente, no es actividad filosófica lo que yo llevo a cabo, que asocio con mesa, ordenador, lógica y orden. Que me perdonen los aristotélicos, rousseaunianos y nietzscheanos. Para mí el paseo, en sus variantes, está más próximo a la experiencia estética, entendida ésta en un sentido amplio, como búsqueda de armonía y bienestar, como soledad y casi ausencia de palabras. Al borde mismo de la epojé: ausencia, disolución.


domingo, 11 de enero de 2015

‘CHARLIE HEBDO’ Y LOS ‘HÉROES’

Leo en El País que “La radio del Estado Islámico llama ‘héroes’ a los terroristas del Charlie Hebdo. ‘Héroes yihadistas han matado a 12 periodistas (...) para vengar al Profeta’”.

Doce muertos a manos de los héroes que asaltaron la publicación. Cinco más en otro atentado a manos un tercer terrorista. Con los tres pistoleros, abatidos en la operación policial posterior, suman veinte muertos.

Veinte muertos porque unos tipos sostienen que su religión considera que un supuesto profeta (todo profeta lo es porque profetiza un dios que necesariamente es supuesto o creído; de cualquier otro modo sería una entidad física y no un dios) no puede ser representado, tampoco caricaturizado; aún menos ridiculizado.

Héroes. Yo tenía entendido que un héroe es el que va más allá de sus deberes, aquél que se sacrifica por otro y no aquél que sacrifica a otro, aquél que da lo que no es exigible, aquél que, con su trabajo extraordinario, mejora la vida de sus semejantes. Héroe por una entidad metafísica es una expresión que no comprendo.

Según ellos, también fueron héroes los que mataron a casi 200 personas en Madrid, muchos de ellos musulmanes, no tan buenos musulmanes como esa caterva de iluminados, se supone, no tan héroes... Porque no es lo mismo poner la bomba que pasar por allí, disparar que recibir el disparo…

Rara heroicidad ésta que consiste en matar al otro. Por cierto, en nombre de un dios que prohíbe matar. Bernard-Henri Lévi lo ha explicado muy bien en el enlace que pongo abajo: “asesinar en nombre de Dios es convertir a Dios en un asesino por poderes”. 

Yo llamaría a este horripilante fenómeno la paradoja del iluminado, que de tanta luz queda ciego y no puede leer, no puede pensar, no puede discurrir. Y sólo ve lo que no se ve. Un enfermo mental o alguien risible… si no fuera porque mata.

Naturalmente, no generalizo, ni identifico islam con terrorismo, ni entro en la cuestión de la pertinencia de la publicación o no de las caricaturas de Mahoma. Ésa es otra discusión, esto es, una discusión. Pero lo que ahora digo no es discutible ni opinable, sino un hecho, un dato, una cifra: veinte muertos.

En nombre de un dios, de una ofensa, tan supuesta como el dios.

POST SCRIPTUM: Hace pocos años, estos mismos mataban a los cantantes de raï en el Magreb. Hoy, en esta fría tarde de enero, me pongo a escuchar a Khaled, que ha vivido amenazado por los mismos conocedores de la Gran Verdad, lo que no le impide cantar con alegría.

Porque los fundamentalistas no toleran la risa, el humor, la alegría de vivir, la pasión, las dudas, las pequeñas y provisionales verdades. No les gusta la libertad. Tampoco la igualdad, ni la fraternidad.




miércoles, 7 de enero de 2015

LOS ESCRITORES SUICIDAS

Vaya por delante que su autor, Pere Rojo, es un amigo. Digo esto por si alguien piensa que mi juicio es sesgado. Pues sí, lo es. El hecho de escribir sobre su libro -y recomendarlo-, en lugar de hacerlo sobre otro, es ya una elección subjetiva.

Dicho esto, comenzaré con un juicio más subjetivo aún: el libro me ha interesado y me ha gustado, en tema y en estilo. Pero si PR no fuera un amigo, guardaría piadoso silencio y seguiríamos manteniendo nuestra relación, hablando de otras cosas y tomando una cerveza de vez en cuando.

PR es pseudónimo de un psiquiatra amante de la literatura, escribidor a ratos, y conocedor de muchos campos de alrededor, lo que resulta esencial en un libro como éste. Confieso que echo de menos más análisis clínico del que hay, que hay poco. Y no porque uno sea especialmente proclive a explicar la literatura como producto de la patología (o las drogas, o el alcohol, o la tristeza…), que no, sino por la profesión que llena de la nevera de su autor, en la que es muy competente. Supongo que es deliberado y que, de haberlo hecho, habría ahuyentado a más lectores potenciales de los que habría reclutado. En todo caso, es su elección.

Los escritores suicidas recorre un puñado de autores (o varios puñados) que, además de escribir géneros varios, tienen en común el hecho de haber puesto fin a sus vidas por su propia mano. Aprovecha PR para viajar a la época, explicar las circunstancias históricas, indagar en sus circunstancias políticas, familiares, afectivas… Por eso es tan completo, por eso dan ganas de leer más, de saber más.

Cuando me habló del libro me dijo que incluía a Sócrates, lo que ya es raro porque ni escribió ni se suicidó en sentido estricto. Aunque sigo manteniendo la objeción conceptual, está muy bien explicada la razón por la cual se le incluye. No lo reviento: que cada cual lea y decida por sí mismo. Pero, por la misma razón, podría incluirse a Wittgenstein, que rehusó ser tratado del cáncer que padecía.

Echo de menos un capítulo para Zweig, aunque solo sea porque está entre mi santísima trinidad literaria. Creo que el único error que cometió Zweig fue precisamente su suicidio (al que por cierto acompañó su joven mujer), lo que privó al futuro de sus libro y a él de vivir en un mundo sin nazismo.

No obstante, hasta ahí llegan los peros. En el haber hay que destacar que se trata de un ensayo que se lee como una novela. PR está bien dotado para narrar, es más, debe pensar si da el salto a la ficción porque tiene cualidades. Es ágil, ameno, escribe con detalle sin que eso signifique que trufa el libro de aburridas digresiones o descripciones irrelevantes. En un texto es muy difícil mantener el tempo: aquí está presente siempre, en sus más de 350 páginas.

La estructura también me gusta. En principio, podría parecer que la renuncia al criterio cronológico es un error. Pero el autor hilvana muy bien un autor con el siguiente y da una rara unidad al texto. Porque la tiene: no es un listado.

Si lo pienso con detenimiento, no sé si es propiamente un ensayo. Es un libro sobre la literatura, también sobre la relación entre diversas patologías y el hecho de suicidarse. Pero también hay multitud de análisis históricos, porque los suicidas que aparecen en el libro fueron hijos de su tiempo y se anclaron a él y no a la eternidad sólo posible y eventualmente futura de las glorias intemporales. Por eso es también un libro de historia. Y no pocas veces de filosofía, con individuos del gremio pululando por sus páginas: Sócrates, Wittgenstein, Camus, Nietzsche… Excelente reparto.

Me ha interesado todo, pero la recapitulación final más que cualquiera de las partes, porque da la sensación de que PR está en su salsa. Todo el libro estaba yo esperando esta especie de conclusión y me sabe a poco.

De modo que, aunque conocía a la mayor parte de los escritores suicidas y  sus obras, el autor/amigo me ha regalado muchos conocimientos que no tenía. Además, y esto creo que es lo más sorprendente, es un libro vitalísimo, un montón de páginas que provocan el deseo de arrojarse sobre muchos más montones, los de los escritores de los que habla. Y ello sin pesimismos, sin que el tono del libro sea sombrío o nihilista. Al contrario.

Claro que, desde la cita inicial, podía adivinarse. Esa en la que Camus dice que el único problema filosófico digno de estudio es el suicidio, pero porque nos remite a la pregunta por el sentido de la vida. Sólo se pregunta por el sentido de la vida aquél que es consciente de la muerte. Es la pregunta, la gran pregunta, la religión, la filosofía, Nexus 6 descubriendo que es (casi) humano en Blade Runner

En todo caso, si no os gusta, os doy teléfono del autor y le pedís explicaciones y la pasta que habéis pagado por él. Y si os gusta, os doy el mío. O al revés, porque el autor del libro es Pere Rojo, pero el responsable de la recomendación soy yo.


El libro se presenta en Guadalajara el próximo día 10 de enero, en el Rincón Lento, a las 18 horas. Con café, té y bizcocho.




sábado, 3 de enero de 2015

PROPÓSITOS

“Con ayuda de tales imágenes y procedimientos se acaba por retener en la memoria cinco o seis ‘no quiero’, respecto a los cuales uno ha dado su promesa con el fin de vivir entre las ventajas de la sociedad”.

Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral


Tras los libros, los propósitos. Porque un propósito es algo más que una intención y algo menos que una promesa. De modo que, ahora que acabo de entrar en la segunda parte de mi vida y por lo tanto no tengo ya todo el tiempo del mundo, he de pensar en qué emplearlo.

No me voy a poner a estudiar inglés de nuevo. Ni tengo ganas ni probablemente lo conseguiré. El esfuerzo no me compensa porque no anhelo la meta. No me motiva.

Tampoco voy a apuntarme al gimnasio. Un poco de ejercicio en casa: pesas, abdominales y una partida de pádel a la semana. En primavera, bicicleta por el campo.

Más cine. Esencial.

Algún libro menos, pero los que lea que sean por placer, nunca como castigo ni como reto; no tengo nada que demostrar y, habiendo tantas páginas que me van a gustar, no voy a ponerme obstáculos ni alambradas.

Más poesía. Fundamental.

Escribir más y mejor. Literatura, blog.

Ir más despacio.

No perder el tiempo con navegaciones hacia la nada.

Minimalismo social con criterio. En el mundo hay demasiadas personas y sólo unas pocas me interesan. Dedicarme a ellas. No desperdiciar energías con los demás.

Blindarme frente a todos los elementos del trabajo que me hacen daño. Recobrar los que me gustaron, los que me gustan aún. Recordar que es la única actividad que pagan por hacer.

Hablar, decir lo que hay que decir. Decírselo a quién hay que decírselo. Encontrar las palabras.

Seguir notando que mi corazón late deprisa y que eso no sea un aviso de que debo ir al cardiólogo. Volver en un año.