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lunes, 14 de noviembre de 2016

PATRIOTISMO

Hace tiempo que no toco temas políticos. Es raro, con lo que tenemos sobre nuestras cabezas desde hace…

Pero hace poco más de un mes fue 12 de octubre, Día de la Hispanidad, de España, de la Raza, como se decía antes, ignorando que la raza que menos merece ese nombre (por impura, por mestiza) es la española.

Leí alguna cosa sobre el patriotismo. Y me parece que es palabra confusa, de límites demasiado borrosos, pese a que algunos deseen hacerla precisa, mayúscula y obligatoria (no hablo sólo del nacionalismo español, sino de esos otros periféricos, no por ello menos nacionalistas, pese a su empeño en decir que lo son defensivamente)

Una cosa es la Historia, que debería estar fuera de las discusiones pasionales y otra los sentimientos. Tampoco es lo mismo que uno sea el último eslabón de una cierta secuencia histórica que poseer derechos históricos, porque tal cosa es una convención variable, por mucho que nos obstinemos en lo contrario. La Historia no da derechos, el derecho lo da (y lo quita) la sociedad, las leyes, las costumbres.

Además, la pertenencia es siempre porosa. No poseemos una identidad, sino muchas, alguna de ellas de corta duración y otras más permanentes (el lugar de nacimiento, el color de la piel…). Nuestra identidad se configura con las lenguas que hablamos, las personas que hemos conocido, nuestros deseos y aspiraciones, los libros que hemos leído, las películas vistas, los paisajes, las ciudades, las comidas, los dioses en los que creemos y en los que hemos dejado de creer. Los símbolos.

No entiendo a los que se envuelven en una bandera y odian a las demás. Tampoco a los que se ponen la mano en el corazón mientras suena su himno y, al terminar, insultan a cualquiera que haga lo mismo al ritmo de otra música.

Sin embargo, entiendo bien a los deportistas que ganan una medalla y se emocionan cuando izan la bandera y suena el himno. Es su esfuerzo y tras ellos hay un país que a menudo ha sufragado sus entrenamientos y pagado a sus entrenadores. Entiendo menos a esos otros aficionados que salen en manada banderil. Me parece bien la alegría, pero algunas conductas me evocan lo peor de la tribu: su pertenencia ciega y el odio al enemigo. Nada que reprochar a los que lo pasan en grande sin resentimiento, sin venganzas.

Me acuerdo de aquel seleccionador, Javier Clemente, que decía sentirse nacionalista vasco, pero que se levantaba cuando sonaba el himno español y decía que lo que sentía entonces era respeto. No se pide más.

Yo soy poco de banderas; me emociono fácilmente, pero no con ellas, menos aún con la de mi autonomía actual, de reciente invención. Tampoco con la de mi autonomía de hace años, que no me daba ni frío ni caloret. Igual soy muy raro. Lo que no he hecho nunca ha sido insultar a un rival ni golpear al de los otros colores.

Debemos repensar qué es el patriotismo. Pudiera haber un patriotismo económico, esto parece que a nadie le interesa. Pero si nos quedamos sin tejido empresarial (más aún) nuestros hijos van a tener que viajar mucho… Nos conviene a todos que haya empresas: importantes, pequeñas y no tanto. Parece, sin embargo, que el libre tránsito de mercancías y capitales no es lo mismo que el libre tránsito de personas, no vaya a ser que vengan estos extranjeros a ocupar mi puesto de trabajo: hay pocos curros disponibles, ya se han encargado de que haya pocos, con muchas horas y mal pagados, luego dicen que la culpa es del inmigrante… Darwinismo social se llama. A muchos patriotas de la bandera no les importa dónde se fabrica ni dónde termina depositándose el capital. Patriotismo asimétrico y olvidadizo…

Hay otro patriotismo que me interesa y del que se también se habla poco: somos un país muy generoso en algunos aspectos: donación de sangre y especialmente de órganos, los primeros del mundo. Y eso a cambio de nada, y sin saber a quién. Qué pena que ninguna OCDE ni ningún informe PISA recoja esta grandeza moral, más frecuente aquí que en otros lugares supuestamente más desarrollados.

Hace poco veía ese cuadro de Goya que tan bien nos retrata: “Duelo a garrotazos”. No comparto el fatalismo hispánico. O me gustaría que no fuera así, y que mirásemos el cuadro como un reducto del pasado. Temo que por ahora todavía nos reconocemos en él. Pero los pueblos no están destinados a nada, lo siento por los partidarios de la tesis del pueblo elegido (y por los que sostienen esa ficción neblinosa: el pueblo). Entre otras cosas porque los mestizos e híbridos no sabemos cuál es nuestro pueblo, nuestra pertenencia. A lo mejor es por eso por lo que no entiendo bien lo del patriotismo. Pero no me burlo de banderas, himnos y sentimientos ajenos. Simplemente, permítanme vivir al margen, en las afueras o en algún que otro solar de tan solemne territorio. O ser nómada, que es una opción.


Coda machadiana (del Juan de Mairena): “Que usted haya nacido en Rute, y que se sienta usted relativamente satisfecho de haber nacido en Rute, y hasta que nos hable usted con una cierta jactancia de hombre de Rute, no me parece mal. De algún modo ha de expresar usted el amor a su pueblo natal, donde tantas raíces sentimentales tiene usted. Pero que pretenda convencernos de que, puesto a elegir, hubiera usted elegido a Rute, o que, adelantándose a su propio índice, hubiera usted señalado a Rute en el mapa del mundo como lugar preciso para nacer en él, eso ya no me parece tan bien”.


7 comentarios:

  1. Leí una vez una pintada: “un patriota, un idiota”. Y una frase de Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio de los canallas”.

    Si le sumo a esto las indecencias cometidas por tantos y tantos patriotas, pues… justifico ambas frases.

    Cuánto asesino hay agazapado en banderías…

    Pero luego recuerdo que algunas posiciones políticas muy presentables en Iberoamérica, se decían patriotas. Y lo eran. Y veo a jugadores de fútbol de todos los lugares cantar respetuosamente sus himnos, o guardar silencio ante los otros, mientras que aquí sólo oigo silbidos que siembran futuros horrores.

    Ocurrirán. Al tiempo.

    Escribí una vez que no sabía si ganaba o perdía al no sentir esto del patriotismo. Y no sé qué pensar. No lo sé.

    Y eso que dices…, donamos sangre y órganos como nadie. Como nadie. Y me pregunto, ¿quién nos ha hecho tanto, tanto, tanto daño? ¿Quién, Atticus?



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  2. Oigo ahora mismo en TVE2 que China toma como modelo al Sistema Nacional de Trasplantes de España.

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  3. Lo que trataba de discriminar en este post es justamente eso: qué se entiende por patriota. Temo que demasiadas cosas, algunas incluso opuestas. Algunas son peligrosas, como todas las creencias de absoluto. No obstante, hay modos incluso convenientes de patriotismo, como el de Rute, tal como lo describe Machado, como ese amar el lugar en el que vives y las personas que viven en él sin que cualquier otro sea eso: el otro, el ajeno, el forastero, el meteco, el bárbaro. Me temo que muchos patriotas van por ahí, adalides de la ortodoxia y la pureza de lo que sea.

    No sé si lo de China es una buena noticia. No tengo ningún aprecio por los regímenes oscurantistas e iluminados (valga el oxímoron).

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  4. Gunter Grass decía que la patria era el idioma. Algo que no está muy lejos de ser veraz en una zona como América Latina, de poco bilingüismo y demasiado castellano. Y aunque somos físicamente parecidos e inclusive en las flaquezas nos asemejamos (corrupción, caos y pobreza), a menudo las bestias, que no quiero llamarlos políticos, pueden dividirnos. Celebro la hispanidad como memoria de los molinos de Cervantes, de nuestra lengua rastrera que no teme a ponerle doble significado a las oraciones, de las novelas insignes, de la buena ficción y de las nostalgias ajenas. Lo demás, de las patrias, las lenguas y las razas, sencillamente no me interesa es la leña de los incendiarios discursos populistas frente a una civilización en crisis.

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    1. No creas que estoy muy de acuerdo con lo de Günter Grass. La patria es el idioma..., no solo. Una parte de la patria, puede ser. Pero yo el castellano lo he aprendido inconscientemente, me gusta porque me siento cómodo en él, lo manejo con relativa soltura. Sin embargo, me gustaría manejar igual de bien otras lenguas, como el alemán, que me emparenta con autores que conozcco y admiro (Kant, Nietzsche), o como el francés, que controlo algo más, y en el que puedo leer con cierta dificultad a Camus. Pero esos autores forman parte de mis referencias elegidas, son una especie de ciudadanía filosófica, me siento en casa con ellos. Y también me siento en casa escuchando La Marsellesa en "Casablanca" o con la charla/bronca que echó a los políticos italianos Riccardo Muti antes de dirigir "Va pensiero". Siento que mi patria está en las calles de Lisboa, de Praga y de Venecia, en comidas que disfruto aunque no hablen mi idioma los que las han preparado...

      Yo celebro que alguien como tú escriba por aquí, que nos podamos entender, aunque tu castellano suene más musical seguramente que el mío. Entiendo, por cierto, que personas como tú se sientan más cerca que yo de "El olvido que seremos"; si a mí me hizo llorar, a ti con más razón y proximidad.

      Lo demás, tienes razón, interesa poco. Es un conjunto de absolutos huecos. Lo malo es que arden bien.

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  5. Este fragmento estupendo de Juan de Mairena, que debería volver a leer, me recuerda a la posición de George Steiner en Un largo sábado. Conversaciones con Laure Adler en el que decía que estaba convencido de que no tener raíces (en un terruño concreto, en un hogar que de un centro de gravedad a la persona), algo que suele ser considerado como negativo, puede permitir combatir el chauvinismo, el odio racial y el miedo al otro. Respetando que para otras personas sea fundamental tener esas raíces, Steiner (y humildemente yo misma) considera necesario intentar liberarse de esos aspectos negativos que suele tener el ser humano como animal territorial que es.

    El nacionalismo o patrioterismo provocó 100 millones de muertos en Europa entre 1914 y 1945, así que cuando veo la buena salud de que goza, me da miedo.

    Un abrazo.

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    1. Una de las cosas más fascinantes del nacionalismo actual es que se da en un contexto de globalización, es decir, a medida que las sociedades se van haciendo mestizas, abiertas (Popper dixit), algunos pretenden preservar las purezas. Y esto tiene varios problemas: en primer lugar, de definición: ¿qué es la patria, el pueblo, la esencia de los de allí, etc.? En segundo lugar, ¿qué hacemos con los otros?; y no hablo a los de más allá de las fronteras, sino a esos otros que quieren vivir aquí pero no poseen esa antigüedad, costumbres, etc.

      Creo que todo este nacionalismo/patriotismo de la pertenencia responde a un elemento biológico (gregarismo, protección por el grupo...), pero también a una educación en el odio, el resentimiento y el mantra histórico de esencias y agravios.

      Sólo veo una solución: la ilustración, esto es, discutir sobre derechos, deberes y libertades. Y yo no soy libre de ser zamorano, andorrano o gibraltareño, pero sí de elegir las leyes que rijan allí donde he nacido o donde quiero vivir, sin que algo tan insignificante como el lugar de nacimiento me otorgue más derechos que a otro al que parieron allí.

      O sea, el texto de Machado.

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